lunes, 27 de octubre de 2014

Ida, vuelta y volver a empezar.

Nunca me han gustado las despedidas, pero sobretodo las nuestras. Las puertas del tren cerrándose, un coche a lo lejos, tu sombra cada vez más distante de mi. A pesar de que nunca hayamos sido capaces de admitirlo, siempre hemos tenido miedo del último beso, de un último adiós. Imaginarnos que ya no más, no estar más en tus brazos como en casa, no poder girarme mientras veo como te alejas y correr para tirarme encima tuya;un beso más, pero nunca el último.
Que no te quiero borracha, pero lo que daria ahora por despertarme por tu llamada a las tres de la mañana un sábado diciéndome que nunca habrá nadie más.
Nunca había visto un precipicio más bonito que tus clavículas ni un punto de encuentro mejor que tus caderas.
A veces sentirse sola es no tener a quien hacerle cosquillas y morir con su risa, no tener con quien emborracharse y recibir el amanecer. Pero hablando de relatividad, estar solo es también no tener con quien perderse en un mar de sábanas.
Por alguna extraña razón, nunca tuvimos la necesidad de enamorarnos, que si lo hiciéramos, estaríamos perdidas.
Porque un jueves de madrugada mis gemidos hablaban por mi y tú no tenias otra opción que quedarte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario