Dulce guerra.

Supongo que tengo todo el derecho de decir que te odio. Porque hay daños posteriores a los hechos y recuerdos que no se desvanecen con la facilidad que me decías siempre.
Soy de las que buscan explicaciones y razones, la que te buscó después de lo irreversible.
No sabría decirte el porque de todo esto, solo que a veces me da por comparar para ser feliz. Si, ahora, sin ti.
Y en una playa, sin nadie ajeno, sin luces que intimiden...perseguirla hasta caernos y buscar sus labios a oscuras. Mientras ella busca los bordes de mi camisa para tirar de ella hacia arriba y juntar nuestro calor, sin definir fronteras.
Me declara la guerra. Y propongo que estalle aquí y ahora, entre suspiros, las olas del mar, susurros de nuestro nombre, gritos de victoria y repetición de batalla.
Porque no es el final, es el principio de algo mucho más bonito. Como su cuerpo sobre el mio, su sonrisa desnuda o su boca prometiéndome el paraíso.
Hay capítulos que merecen terminar para dar paso a historias enteras. Quizá sin aquel final amargo, ahora no tendría a la dulzura cogida de mi mano.

Encontrarme contigo.

Me da por pensar que las ideas con sabor a café son las más claras.
Con un segundo despertar la misma mañana de un mismo lunes.
Porque todos corren, llegan tarde, esperan el bus de cada dia. Descolocarse de esta rutina seria el fin, si llegas dos minutos tarde a la parada o disfrutas 10 segundos más del expresso.
Pero todos estamos demasiado implicados en la rutina como para hablar de ella.

Que cuando tocas con las puntas de sus dedos el cielo, los sueños deciden dar un paso hacia delante.
Soñar con vistas a su cuello, incluyendo un recorrido por sus clavículas esperando a llegar al ombligo.
Convertir la guerra en danza.
Me gustaria captar todos y cada uno de los momentos; su vaga sonrisa por las mañanas, la pequeña vida de las pestañas mientras duerme y como sus manos encajan en mi cintura.
Hacer que nada ni nadie pueda con estas ganas de ir contra el mundo para encontrarme contigo.